La noche más corta del año y ella llegaba con todos los regalos de los minusválidos. Regalos, como se lee en el inglés, gifts, con esa pronunciación tan imposible de la unión entre la efe, la te y la ese atravesando los dientes mientras se iba desnudando(me) de cara, las putas lo hacen de espaldas y también las niñas, pero las mujeres lo hacen de frente y también las mejores putas, a las que pagas por ello, y luego cerraba los ojos y luego cerrábamos los ojos los dos y la habitación se quedaba a ciegas mientras se colaban por el hueco de la puerta doscientas vírgenes y me acariciaban lascivamente las doscientas zonas erógenas de mi cuerpo, ciento noventa y cinco de las cuales no había descubierto hasta ahora; ya he dicho que traía los regalos de los minusválidos, como el tacto perfecto que había heredado de los superhéroes ciegos. Como la obsesión por el silencio de los mudos. Los mudos, que convierten las habitaciones en un bosque remoto lleno de árboles que se están cayendo. Así, cay...